martes, 19 de noviembre de 2013

Y los muertos aquí lo pasamos muy bien...

Y los muertos aquí lo pasamos muy bien
entre flores de colores
y los viernes y tal
si en la fosa no hay plan
nos vestimos y salimos
Para dar una vuelta
sin pasar de la puerta eso si
que los muertos aquí 
es donde tienen que estar
y el cielo por mi
se puede esperar


Ya lo decía Mecano, los cementerios pueden ser sitios muuuy bonitos y hasta divertidos. Seguro que los muertos del cementerio de la Habana están de acuerdo con ellos… que espere el cielo que en Cuba se lo pasan muy bien!
Nunca he sido yo muy dada a visitarlos más que lo estrictamente necesario y a veces, ni eso.  Siempre me han puesto los pelos de punta y tampoco he entendido a las personas a las que les da por ir a pasear al cementerio de San Fernando, en mi Sevilla natal;  imaginar la cantidad de personas que descansan bajo tierra o detrás de los nichos no es precisamente mi idea de pasar el día…hasta ahora. J

No se puede decir de este agua no beberé. Era tanta la curiosidad que me despertó la Habana nada más llegar que no lo pensé dos veces cuando ví una foto del cementerio en la guía. Tenía que visitarlo. La Necrópolis de Colón.



Y ahí que me fuí, con mi pantalón corto, camiseta de tirantas, un sombrero para el sol y una botellita de agua que me salvó la vida. Eran las 13.00 hrs de no sé qué día de septiembre y el sol achicharraba. Ahora entiendo que no hubiera nadie y que los guardas de seguridad me miraran con cara de …”esta loca que hace aquí a estas horas?!”.
Me hipnotizó desde el minuto uno, no creo que sea capaz de describir lo que sentí paseando por sus calles.


                 

Obviamente con la guía en la mano y blanca como una pescadilla - a pesar de haber estado dos meses en Matalascañas- , era como tener un fluorescente  que parpadeaba sobre mi cabeza y que decía: GUIRI. Creo que el guarda de seguridad tardó ½ minuto en acercarse, primero para pedirme el billete de ingreso (me había colado, ingenua de mí que pensaba que no se pagaba el ingreso), y segundo para ofrecerme de manera gentil y amable hacer de guía durante mi paseo, una manera más que habitual en ellos para ganarse la generosa propina que les dejamos los guiris.  Al principio lo rechacé, prefería pasear “a mi bola“, pero cuando llevaba la mitad de las calles recorridas y viendo que me seguía como si fuera mi guardaespaldas (de sombra en sombra que para eso era lugareño) le di la oportunidad para que me contara leyendas que me encantaron y que aportaron aún más magia a la necrópolis.


Me quedo con tres que llamaron especialmente mi atención. La tumba con la ficha de dominó, no recuerdo el nombre de la persona que estaba allí enterrada. Fue así construida por los hijos del difunto quien murió mientras jugaba con los amigos, como todas las tardes. Los hijos piensan que así puede seguir jugando al dominó esté donde esté.


El Panteón de Catalina Lasa, segunda mujer del millonario Juan Pedro Baró, quien mandó construirlo para enterrar a su esposa muerta en París y embalsamada para el viaje a Cuba. Era tal el amor hacia su mujer que pidió que fuera el monumento más alto de todo el cementerio, para lo que tenía que competir con Las Victimas de la Caridad, panteón monumental donde fueron enterradas las víctimas de un trágico y devastador accidente en la Ferretería de Isasi, en 1890. Esa batalla no podía ganarla así que, no contento, Juan Pedro Baró mandó plantar dos palmeras a ambos lados de la entrada al panteón, altas como el monumento a las Victimas de la Caridad; enfrentados, puede verse desde algunos ángulos del cementerio esa pugna por la grandiosidad.

                 


Y por último La Milagrosa, la tumba de Amelia Goyri quien murió durante el parto con sólo 24 años, en 1901. En aquella época se acostumbraba a enterrar a la madre junto a su hijo - también muerto- ; el escalofrío te viene cuando te cuentan que años después, al abrir la tumba, se encontraron madre e hijo aferrados el uno al otro. Esto cuenta cualquier guía de viaje, pero “mi guía particular”, imagino que para darle aún más dramatismo, me contó que ella murió durante el parto, que no sacaron al niño, y que años después al abrir la tumba se los encontraron a los dos abrazados.


Como leyenda que es, con el tiempo se ha convertido en lugar de peregrinación de millones de mujeres de todo el mundo que dejan sus ofrendas a Amelia para que les ayude a concebir o para pedir por un buen embarazo y parto. Tras su tumba pueden leerse los mensajes dejados, mensajes que vienen de Canada, China, España, Estados Unidos, México, Alemania, …  El ritual consiste en dejar la ofrenda, rezar dando varias vueltas a la tumba y tocando una campanita, y despedirte de Amelia sin darle jamás la espalda.



Llueve en el DF, truenos y relámpagos, una de esas noches de película de miedo muy propicia para hablar de La Necrópolis de Colón. El mes de los difuntos no podía terminar de otra manera.



viernes, 8 de noviembre de 2013

Buscando amigas en el ciberespacio

Tenía pensado hacer de Con Sabor a Puchero una especie de diario cronológico de las cosas que veo, que escucho, de las nuevas experiencias que vivo…pero me he dado cuenta de que eso hace que se pierda el momento de otras muchas cosas que me suceden en el “aquí y ahora” y que quiero contar. Así que este blog será como una de esas películas que tienen saltos en el tiempo, de las que lo mismo te cuentan qué pasó hace diez años y de repente la escena siguiente transcurre en el tiempo actual. Quiero que Con Sabor a Puchero sea un cuaderno que se reinventa cada vez que abro una página de Word en blanco, alejado de temas encorsetados por el espacio o el tiempo.
Hoy voy a hablaros de algo que me está sucediendo ahora: Buscando amigas en el ciberespacio.

Sucede que cuando llegas a una edad, una cierta edad, digamos la treintena ya avanzadita, much@s pensamos que no necesitamos conocer a nadie más, que ya con la edad que tenemos los amigos que tenemos son más que suficientes porque son los “buenos”, los que no se han caído por el camino por la distancia o la desidia de hacer una llamada. Que levante la mano quien no ha caído en esta trampa de la vida.

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